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Referencia
En este Septeto para quinteto de cuerda, clarinete y flauta, he escogido ilustrar algunos de los sentimientos de Pau Casals en 1950, a la vez que algunos de los bellos paisajes de Prada en verano.
El primer movimiento, “Dolor Nostálgic” intenta expresar la intensa nostalgia de Casals por su auto-impuesto exilio. Al principio del movimiento, se deja entrever el tema de la conocida canción popular catalana «El cant dels ocells». Por encima, un ostinato del violonchelo, basado en las cinco primeras notas de la canción, el violín introduce el tema principal en toda su intensidad. Tras llegar al clímax a través de un progresivo proceso de tensión, se presenta toda la canción popular suave y lejanamente. La fusión de “El cant dels ocells” con el tema principal se consigue al final del movimiento.
El segundo movimiento “Sant Miquel de Cuixà” ilustra el lugar del Festival y sus alrededores. El movimiento está estructurado en cinco partes cortas (el monasterio, el viento del verano, las montañas del Canigó, Sardana y Epílogo), que están unidas sin interrupción. Empieza con una contemplativa vista del monasterio a partir de un tema de la sardana de Casals “Sant Martí del Canigó”. Es casi una melodía en canto llano con toques de campanas de fondo. Un viento tímido y tibio sopla, y progresivamente se vuelve más fuerte, como la Tramuntana, guiando nuestros ojos hacia las montañas del Canigó. Las cuerdas presentan una bonita melodía catalana (“Muntanyes regalades”) mientras la flauta y el clarinete continúan con figuraciones de viento. La música se vuelve más exaltada culminando con una nueva melodía, en ritmo saltador y feliz de sardana. Un epílogo cierra el movimiento en una distensión dinámica y textural basada en la melodía del canto plano, mezclándose con ecos de temas lejanos extraídos de diversas partes del movimiento.
El último movimiento “Una canción de paz” expresa el último deseo de Casals: Paz en el mundo. El movimiento comienza con una figura turbulenta de sexteto de semicorcheas yendo a parar a un clúster en las cuerdas.
Un diseño de una especie de lamento se siente de lejos por la flauta y el clarinete. Memorias del tiempo de guerra, tragedias y catástrofes no son demasiado distantes, pero poco a poco se van perdiendo en el registro agudo. Desde las cuerdas graves se genera un ambiente misterioso introduciendo una de las canciones del Belén de Casals: Gloria a Dios. La canción es armonizada tonalmente y comienza muy suavemente en la viola. Más tarde crece progresivamente, mezclada con los sextetos de semicorcheas para llegar a un final majestuoso. Paz y amor se sobreponen al odio y la guerra.
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