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ISMN
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Nos encontramos ante una obra fuertemente inspirada en el folclore catalán y tratada, a su vez, con la instrumentación e inspiración de los compositores más exitosos del siglo XX.
El primer movimiento, «Dansa», nos evoca una reunión de aldeanos en un prado alrededor del pueblo para bailar y disfrutar de un día de sol. En su instrumentación destaca la presencia del tible y de dos tenoras, que tendrán un papel protagonista en el solo que efectuarán a partir del compás 146. Otros instrumentos a destacar son el clarinete bajo y el contrafagot, que no suelen formar parte de una plantilla orquestal convencional. Un flautín y su respuesta en las cuerdas y otros instrumentos nos evoca varias veces la danza, de tipo alegre y pastoril, hasta que en el compás 55, con el cambio de compás y la indicación de dramático parece tal vez como si el autor describiera una tormenta veraniega, con una tensa presencia de las trompas y otros metales, donde el autor volverá a presentarnos un tema pastoril, esta vez diferente y más ligero.
El segundo movimiento, «Introducción», es, tal y como su nombre indica, un breve puente hacia el movimiento tercero. Este segundo movimiento comienza con una característica figura rítmica de los vientos que irá cediendo protagonismo a la creciente importancia de los metales y su creciente dinámica, que culminará en un trino en el último compás que servirá para enlazar con el tercer movimiento.
Éste tiene por título «Preludio», y recupera el tema en seisillos característicos del segundo movimiento, en esta ocasión a cargo de las flautas y apoyado por los metales, hasta que a partir del compás 25 toda la sección de cuerda acompaña el motivo y le va dando el empuje necesario, junto con la expresión accelerando para terminar el movimiento con dos últimos compases con la indicación ritardando molto.
Una fuga es la estructura del cuarto movimiento. La melodía recorre todas las cuerdas hasta el compás 55, donde recibe el soporte de los metales, y a partir del compás 67 interviene toda la orquesta, hasta que ésta enmudece para que un solo de violín en el compás 78 dé a paso al tutti final que cerrará el movimiento.
El “Scherzo” del quinto movimiento probablemente sea el más rico en instrumentación y complejo en cuanto a estructura. Una pequeña introducción basada en los modelos rítmicos del segundo movimiento da pie a un tema altamente rítmico y burlesco, en compás de 3/8. Este tema se irá desarrollando hasta cambiar en el compás 71 a un compás de ¾ con gran intensidad rítmica, al cual seguirán las trompas. A partir del compás 80 la música se volverá suave en los timbres dulces de las maderas. En el compás 100 se volverá a insinuar el tema, en piano y con los pizzicatti de las cuerdas, hasta que se llegue de nuevo a un clímax en el compás 143. En el compás 150 los oboes tendrán la responsabilidad de presentar de nuevo el tema, hasta llegar al compás 173, donde volverá a aparecer el tema de la primera exposición esta vez con todos los instrumentos. A partir del compás 188 aumentará el tema en volumen y timbre hasta que en el compás 230 existe una nueva y última exposición del tema. Los últimos compases volverán a incorporar el compás de ¾, y los últimos instantes de la pieza transcurrirán a toda velocidad para llevarnos al sexto movimiento.
El sexto movimiento lleva por título «Improvisación» y presenta un tema suave y dulce hasta el compás 10. Entonces se incrementa el dramatismo con la presencia de las trompas y otros metales, pero el tema volverá a endulzarse, particularmente a partir del compás 25, con notas más largas que le darán un aire más reposado. Entre el compás 41 y el 47 habrá una repetición de notas ágiles y en el 48 un silencio repentino, que nos llevará a un final con reminiscencias de la música sinfónica de Gustav Mahler.
Un «Cant d’amor» es el penúltimo movimiento de la Suite. La instrumentación varía y se le añade un harpa, así como un violín solista y, en determinados momentos de la pieza, ocho violines de la sección de cuerda tocarán como si fueran solistas en un desdoblamiento muy rico harmónicamente hablando. La pieza se inicia con un fuerte repique de trompetas, que da pie a una presencia de las cuerdas y los instrumentos de viento como respuesta a este impulso inicial. La música se vuelve más suave, con pinceladas impresionistas que recuerdan a Debussy, y las flautas, el arpa y el violín solista tocan en 12/8 mientras el resto de los instrumentos lo hacen en 4/4. A partir del compás 68 la orquestación está mucho más llena, y unos compases antes de terminar vuelve a haber el desdoblamiento de los ocho solistas de violín que le da una calidez y suavidad a este tramo de la obra que recuerda a los clusters harmónicos de piezas más modernos. Termina la obra con un solo de violín y una melodía con el harpa.
El último movimiento es una sardana, donde el autor vuelve a introducir en la instrumentación el tible y dos tenoras. Empieza la pieza con los metales y la presencia de la percusión, que da el aire de danza típicamente catalana. A partir del compás 41 ocurren unas cuantas tensiones cromáticas y es a partir del compás 101 que toda la orquesta acompaña a la danza. El tema vuelve a repetirse y concluye de forma muy rítmica.
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